Vecinos

Mis vecinos. Nunca los invité a comer, nunca les pedí prestado dinero. Secretamente estoy decidido, si alguna vez tengo una hija, no casarla con ninguno de ellos, porque casi parece como si fueran parientes.

Puedo asegurar que ellos viven a mi lado (demasiado cerca, separados por una pared), pero no puedo asegurar si son unos pájaros, unos conejos o unos zorros (de la misma forma que no puedo asegurar qué cosa soy yo).

Intercambiamos puntos de vista acerca de los precios, el clima y el uniforme de la escuela, pero nunca acerca de una mujer que pasa por la calle. Intercambiamos cigarrillos y enfermedades. Seguiremos intercambiando cigarrillos y enfermedades.

Cada vez que pasa frente a mi puerta entreabierta, la mujer del otro lado echa un vistazo hacia adentro. Cierro la puerta, y puedo escucharla eructar como pasatiempo, igual que podría cantar como pasatiempo.

Ella y su esposo, en su departamento, sé que cada uno ocupa el rincón opuesto en diagonal al del otro: mantener la máxima distancia posible entre los dos les permite mantener la atmósfera alegre en la casa.

Pero debo admitirlo: no me importan sus problemas espirituales, si es que los tienen.

El vecino es un entrometido, escuchador subrepticio, un fisgón, un supervisor de la moral ajena. Puesto que superviso la moral del vecino tengo ocasionalmente un porte altanero; pero ellos, transmitiéndome las pequeñas noticias, me transmiten el espíritu de la época.

El espíritu de la época inspira al viejo Zhang a alquilarle el departamento a 3 muchachas. Las 3 se pintan como una puerta, a las tres les duele el estómago, las tres duermen de día; al atardecer se lavan la cara, a la noche se paran en la calle.

El espíritu de la época inspira al pequeño Li y al pequeño Li, varón con varón, a abrazarse en la cama, ríen juguetonamente, lloran, juguetean.

Mis tías, como abejas, hibernan en mi espalda, zumbando. Me doy vuelta y las veo reírse, me dan un paquete de veneno para ratas. Me preguntan: “Comiste?” Respondo: “Si comió el ratón ya está”.

Medianoche, los ratones rodean mi cama, me llaman en coro: “Hola, viejo vecino”. Los mando a todos a la mierda. En esta casa yo soy el que manda.

Hay goteras en mi casa, debe haber en todos las casas de los vecinos; se me corta la luz, se debe haber cortado en todas las casas vecinas. Camino en un ambiente de 38°, todos los vecinos caminan en un ambiente de 38°; me desvisto dentro mi casa, seguramente mis vecinos están haciendo lo mismo en sus casas.

Las paredes son muy delgadas, puedo escuchar que una familia del otro lado está viendo la telenovela “El espejo vacío”. Durante toda la noche me dedico a engrosar la pared, apilo una nueva pared. Al día siguiente a la noche sigo escuchando la canción del “El espejo vacío”.

Encogido dentro de mi casa, me mantengo varios días seguidos sin decir palabra, sin tararear, sin tirarme pedos, las mujeres del otro lado empujando la puerta entran para ver si me ha pasado algo.

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