Pensamientos en el día internacional de la mujer
¿Cuándo llegará el día en que la palabra “mujer” deje de llamar una atención particular, y en que no necesite ser sacada a colación especialmente?
Todos los años llega este día, y cada año, al llegar este día, en casi todas partes del mundo tienen lugar reuniones, y las mujeres pasan revista a sus tropas. Aunque en los últimos dos años en Yan’an no ha sido tan animado como en otros tiempos, siempre parece haber personas que se ocupan. Y sin duda habrá una gran asamblea, y habrá conferencias, telegramas y publicaciones de textos.
Las mujeres en Yan’an son más felices que las mujeres de otras partes de China, al punto que muchas personas dicen, admirativamente: “Las camaradas lucen rellenas de tanto comer mijo”. A nadie parece sorprender el hecho de que en los hospitales, en los sanatorios, en los centros de consulta, las camaradas ocupen un gran porcentaje del personal, y sin embargo las camaradas de Yan’an todavía no pueden librarse de una “suerte” particular: en no importa qué ocasión son siempre proclives a ser consideradas un tema interesante de conversación. Además, cualquiera de ella puede recibir la crítica que le corresponde. Críticas que al parecer son siempre graves y acertadas.
Su situación matrimonial siempre llama la atención de las personas, que nunca dejan de tener algo para decir. Las camaradas no pueden tener una relación amistosa con un camarada, y menos aun con varios. Son ridiculizadas por los dibujantes, que dicen: “¿Una jefa de sección también debe casarse?” Los poetas a su vez dicen: “En Yan’an todos los jefes son jinetes, no hay ningún jefe artista. A los artistas les cuesta encontrar una novia linda.” Y sin embargo en otras ocasiones son aleccionadas de la siguiente manera: “Caramba, desprecian a los viejos cuadros, dicen que somos unos rústicos. Si no fuera por estos rústicos, no podrían pensar en venir a Yan’an a comer mijo.” Pero la mujer al final siempre debe casarse (no casarse es una falta aun más grave, tendrá más posibilidades de convertirse en blanco de rumores, y será eternamente ensuciada). Si no es con un jinete es con alguien que usa sandalias de paja; si no es con un artista es con un jefe. Todas tienen que engendrar hijos, y los niños tienen cada uno su destino: a algunos, envueltos en lanas y franelas, los acunan las madres en sus brazos; otros, envueltos en telas sucias, lloran en la cama, abandonados, mientras los padres se comen la subvención del niño (25 yuanes por mes, equivalente a más de un kilo de carne de chancho). Si no fuera por esa subvención, quizás ni siquiera tendrían la posibilidad de probar carne. Sin embargo, las mujeres al final tienen que casarse con alguien, es la realidad. La que se ve obligada a ocuparse de su hijo será quizás ridiculizada abiertamente: “Nora ha vuelto al hogar.” Pero la que tiene una niñera puede asistir a un baile una vez a la semana, algo que resulta muy saludable. Aunque a sus espaldas se propaguen por lo bajo terribles calumnias, basta con que llegue a un lugar para que ese lugar se vuelva animado. Los ojos de todos los hombres, de los jinetes y de los que usan de sandalias de paja, del jefe y de los artistas, se enfocan sobre ella. Esto no tiene nada que ver con ninguna teoría, con ningún ismo o con ninguna conferencia. Sin embargo es la realidad que ocurre, lo que todo el mundo sabe pero nadie dice.
Con el tema del divorcio pasa lo mismo. En general, hay tres condiciones a las que se debe prestar atención.
1) Limpieza del historial político.
2) Que no haya gran diferencia de edad o de apariencia.
3) Que puedan ayudarse mutuamente.
Aunque se diga que la mayoría de las personas cumplen con esta condiciones (no existe aquí nadie abiertamente considerado como traidor, y en cuanto a la “ayuda”, siempre está la posibilidad de remendar las medias o zapatos, o incluso de proveer el soporte femenino), aun así estas tres condiciones se evalúan siempre solemnemente. Y sin embargo el pretexto del divorcio es siempre el carácter atrasado de la mujer. Soy la primera en decir que una mujer debe sentir vergüenza de no poder avanzar sola y ser un freno para su esposo, pero veamos un segundo en qué consiste este carácter “atrasado” de las mujeres. Antes del casamiento, toda ellas albergan grandes ambiciones y llevan una vida de lucha y privaciones. Cediendo a la necesidad fisiológica y a la dulce promesa de “ayudarse mutuamente”, se casan, y así se ven obligadas a convertirse en Noras sacrificadas que vuelven a casa. A lo único que le temen es a “quedarse atrás”, así que corren para un lado y para el otro, y no tienen vergüenza en suplicar en la guardería que les cuiden los hijos y en solicitar un aborto, o arriesgan su vida, sin importarles las sanciones posibles, tomando a escondidas un medicamento abortivo. Y en cambio reciben la siguiente respuesta: “¿No es un trabajo criar a los hijos? Sólo les importa su propia comodidad. ¿Quiénes creen que son? ¿Han hecho un trabajo político tan grandioso? Puesto que tienen tanto miedo de tener hijos, y cuando los tienen no quieren hacerse cargo, ¿para qué se casaron?” Por lo cual no les queda otra que aceptar el destino de “quedarse atrás”. Una mujer con capacidad de trabajo, y que es sin embargo capaz de sacrificar su carrera para convertirse en una esposa y una madre ejemplares, no necesariamente será loada por esto, y diez años más tarde no podrá escapar a la tragedia de “quedarse atrás”. Incluso mirándolas hoy con mi mirada de mujer, estas “camaradas atrasadas” no son, ciertamente, mujeres agradables. Su piel comienza a arrugarse, su pelo empieza a ralear, el peso de la vida les arrebata sus últimos encantos. La coyuntura trágica en la que se encuentran parece de lo más natural, y en la vieja sociedad quizás se las hubiera considerado desgraciadas, dignas de lástima. Pero en la actual, la culpa recae sobre ellas mismas: tienen lo que se merecen. ¿No se está discutiendo todavía legalmente si el divorcio puede ser planteado por una parte sola o si ambas deben estar de acuerdo? El divorcio, en la mayoría de los casos, es el hombre el que lo pide, pero si se trata de la mujer, sin duda debe haber algo inmoral detrás, y es ella la que será condenada.
Yo misma soy mujer, y puedo entender mejor que otros los defectos de las mujeres, pero entiendo todavía mejor su sufrimiento. No se encuentran por encima de la época, y no pueden corresponder a un ideal. No son de hierro, y no pueden luchar contra todos los señuelos de la sociedad, y contra todas las presiones silenciosas. Cada una de ellas tiene una historia de sangre y de lágrimas, todas tuvieron grandes sentimientos (sea que hayan subido o hayan caído, que hayan sido afortunadas o desafortunadas, que sigan combatiendo aun en amarga soledad o se hayan hundido en la mediocridad), y esto es aun más cierto para las camaradas de Yan’an. Por eso trato de mirar con la mayor indulgencia posible las faltas de las mujeres. Y tengo aun más esperanzas en que los hombres, y especialmente los hombres en posiciones altas, así como las mujeres mismas, miren las faltas de estas mujeres en el contexto de la sociedad. Menos discusiones vanas, más discusión de problemas concretos, de manera que la teoría no quede desconectada de la praxis, y en lo que hace a la moral de cada miembro del partido, que cada uno se haga responsable de sí mismo.
Sin embarbo, también debemos esperar más de nuestras camaradas, especialmente de las camaradas de Yan’an. Y alentarnos unas a otras, alentándonos en nuestra camaradería.
Una persona débil nunca ha estado en condiciones de conquistar el mundo. Por lo cual si las mujeres quieren conquistar la igualdad, deben primero fortalecerse a sí mismas. Creo que todo el mundo sabe de qué hablo. Sin duda habrá alguien hoy que dé algún discurso sobre la necesidad de “conquistar primero nuestros derechos políticos”. Yo sólo digo, desde mi lugar en la trinchera (la del comunismo, la de la guerra de resistencia, la de las mujeres), algunas cosas a las que debemos prestar atención en el día a día:
1. Hay que evitar enfermarse. La vida desordenada puede parecer romántica, poética, agradable, pero no se ajusta al ambiente actual. Nadie puede apreciar tu vida mejor que tú misma. Hoy no hay nada más desafortunado que perder la salud. Es lo más precioso que tienes. Atiéndela, cuídala.
2. Mantente alegre. Sólo en la alegría hay juventud, vitalidad, plenitud. Sólo la alegría te permitirá enfrentar toda adversidad. Sólo así tendrás futuro y goce. Esa alegría no implica una vida de satisfacciones, sino la lucha y el movimiento de la vida. Por lo cual debes hacer todos los días algún trabajo que tenga sentido, leer algún libro, darle algo a otra persona. La disipación y el ocio generan vacío, cansancio y depresión.
3. Usa la cabeza. Lo más importante es cultivar esta costumbre. Dejarse llevar por la corriente sin reflexionar es un defecto que debes corregir. Antes de hablar o actuar, lo mejor es pensar si lo que dices está bien y si estás actuando de la manera correcta. Pensar si traicionas tus propios principios y si puedes hacerte cargo. Sólo de esa forma después no te arrepentirás. Esto es lo que significa razonar. Sólo de esta forma evitarás las trampas, no serás engañada por palabras lisonjeras, no te seducirá una pequeña ventaja, no derrocharás entusiasmo y energía y te evitarás problemas.
4. Tienes que tener la determinación absoluta de soportar la adversidad. Las mujeres modernas y conscientes deben estar resueltas a resignar todas las ilusiones rosadas. La felicidad es la lucha en medio de la tormenta, y no tocar el qin a la luz de la luna o recitar poemas entre las flores. Si no tienes una verdadera determinación, te quedarás a mitad de camino. Serás desgraciada o te degradarás. Y esa fuerza para seguir adelante debe cultivarse a través de la constancia. Es difícil que las personas sin un sentido de misión tengan esta perseverancia que impide caer en el facilismo y en la comodidad.
Post scriptum: después de escribir el texto, lo releo una vez más y siento que hay muchas más cosas para decir en relación con lo que debemos esperar de las mujeres. Sin embargo, debo entregar el borrador en breve y no tengo tiempo para corregirlo. Siento además que ciertas palabras, dichas por un jefe en medio de una asamblea, serían quizás recibidas con agrado, y en cambio escritas por una mujer tienen muchas chances de ser ignoradas. Pero puesto que ya lo escribí, más vale dejarlo para beneficio de aquellos que tienen pensamientos afines.
8 de marzo de 1942, al alba.