Pensamientos en el día internacional de la mujer (Ding Ling). 1942.

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Pensamientos en el día internacional de la mujer

¿Cuándo llegará el día en que la palabra “mujer” deje de llamar una atención particular, y en que no necesite ser sacada a colación especialmente?

Todos los años llega este día, y cada año, al llegar este día, en casi todas partes del mundo tienen lugar reuniones, y las mujeres pasan revista a sus tropas. Aunque en los últimos dos años en Yan’an no ha sido tan animado como en otros tiempos, siempre parece haber personas que se ocupan. Y sin duda habrá una gran asamblea, y habrá conferencias, telegramas y publicaciones de textos.
Las mujeres en Yan’an son más felices que las mujeres de otras partes de China, al punto que muchas personas dicen, admirativamente: “Las camaradas lucen rellenas de tanto comer mijo”. A nadie parece sorprender el hecho de que en los hospitales, en los sanatorios, en los centros de consulta, las camaradas ocupen un gran porcentaje del personal, y sin embargo las camaradas de Yan’an todavía no pueden librarse de una “suerte” particular: en no importa qué ocasión son siempre proclives a ser consideradas un tema interesante de conversación. Además, cualquiera de ella puede recibir la crítica que le corresponde. Críticas que al parecer son siempre graves y acertadas.
Su situación matrimonial siempre llama la atención de las personas, que nunca dejan de tener algo para decir. Las camaradas no pueden tener una relación amistosa con un camarada, y menos aun con varios. Son ridiculizadas por los dibujantes, que dicen: “¿Una jefa de sección también debe casarse?” Los poetas a su vez dicen: “En Yan’an todos los jefes son jinetes, no hay ningún jefe artista. A los artistas les cuesta encontrar una novia linda.” Y sin embargo en otras ocasiones son aleccionadas de la siguiente manera: “Caramba, desprecian a los viejos cuadros, dicen que somos unos rústicos. Si no fuera por estos rústicos, no podrían pensar en venir a Yan’an a comer mijo.” Pero la mujer al final siempre debe casarse (no casarse es una falta aun más grave, tendrá más posibilidades de convertirse en blanco de rumores, y será eternamente ensuciada). Si no es con un jinete es con alguien que usa sandalias de paja; si no es con un artista es con un jefe. Todas tienen que engendrar hijos, y los niños tienen cada uno su destino: a algunos, envueltos en lanas y franelas, los acunan las madres en sus brazos; otros, envueltos en telas sucias, lloran en la cama, abandonados, mientras los padres se comen la subvención del niño (25 yuanes por mes, equivalente a más de un kilo de carne de chancho). Si no fuera por esa subvención, quizás ni siquiera tendrían la posibilidad de probar carne. Sin embargo, las mujeres al final tienen que casarse con alguien, es la realidad. La que se ve obligada a ocuparse de su hijo será quizás ridiculizada abiertamente: “Nora ha vuelto al hogar.” Pero la que tiene una niñera puede asistir a un baile una vez a la semana, algo que resulta muy saludable. Aunque a sus espaldas se propaguen por lo bajo terribles calumnias, basta con que llegue a un lugar para que ese lugar se vuelva animado. Los ojos de todos los hombres, de los jinetes y de los que usan de sandalias de paja, del jefe y de los artistas, se enfocan sobre ella. Esto no tiene nada que ver con ninguna teoría, con ningún ismo o con ninguna conferencia. Sin embargo es la realidad que ocurre, lo que todo el mundo sabe pero nadie dice.
Con el tema del divorcio pasa lo mismo. En general, hay tres condiciones a las que se debe prestar atención.
1) Limpieza del historial político.
2) Que no haya gran diferencia de edad o de apariencia.
3) Que puedan ayudarse mutuamente.

Aunque se diga que la mayoría de las personas cumplen con esta condiciones (no existe aquí nadie abiertamente considerado como traidor, y en cuanto a la “ayuda”, siempre está la posibilidad de remendar las medias o zapatos, o incluso de proveer el soporte femenino), aun así estas tres condiciones se evalúan siempre solemnemente. Y sin embargo el pretexto del divorcio es siempre el carácter atrasado de la mujer. Soy la primera en decir que una mujer debe sentir vergüenza de no poder avanzar sola y ser un freno para su esposo, pero veamos un segundo en qué consiste este carácter “atrasado” de las mujeres. Antes del casamiento, toda ellas albergan grandes ambiciones y llevan una vida de lucha y privaciones. Cediendo a la necesidad fisiológica y a la dulce promesa de “ayudarse mutuamente”, se casan, y así se ven obligadas a convertirse en Noras sacrificadas que vuelven a casa. A lo único que le temen es a “quedarse atrás”, así que corren para un lado y para el otro, y no tienen vergüenza en suplicar en la guardería que les cuiden los hijos y en solicitar un aborto, o arriesgan su vida, sin importarles las sanciones posibles, tomando a escondidas un medicamento abortivo. Y en cambio reciben la siguiente respuesta: “¿No es un trabajo criar a los hijos? Sólo les importa su propia comodidad. ¿Quiénes creen que son? ¿Han hecho un trabajo político tan grandioso? Puesto que tienen tanto miedo de tener hijos, y cuando los tienen no quieren hacerse cargo, ¿para qué se casaron?” Por lo cual no les queda otra que aceptar el destino de “quedarse atrás”. Una mujer con capacidad de trabajo, y que es sin embargo capaz de sacrificar su carrera para convertirse en una esposa y una madre ejemplares, no necesariamente será loada por esto, y diez años más tarde no podrá escapar a la tragedia de “quedarse atrás”. Incluso mirándolas hoy con mi mirada de mujer, estas “camaradas atrasadas” no son, ciertamente, mujeres agradables. Su piel comienza a arrugarse, su pelo empieza a ralear, el peso de la vida les arrebata sus últimos encantos. La coyuntura trágica en la que se encuentran parece de lo más natural, y en la vieja sociedad quizás se las hubiera considerado desgraciadas, dignas de lástima. Pero en la actual, la culpa recae sobre ellas mismas: tienen lo que se merecen. ¿No se está discutiendo todavía legalmente si el divorcio puede ser planteado por una parte sola o si ambas deben estar de acuerdo? El divorcio, en la mayoría de los casos, es el hombre el que lo pide, pero si se trata de la mujer, sin duda debe haber algo inmoral detrás, y es ella la que será condenada.
Yo misma soy mujer, y puedo entender mejor que otros los defectos de las mujeres, pero entiendo todavía mejor su sufrimiento. No se encuentran por encima de la época, y no pueden corresponder a un ideal. No son de hierro, y no pueden luchar contra todos los señuelos de la sociedad, y contra todas las presiones silenciosas. Cada una de ellas tiene una historia de sangre y de lágrimas, todas tuvieron grandes sentimientos (sea que hayan subido o hayan caído, que hayan sido afortunadas o desafortunadas, que sigan combatiendo aun en amarga soledad o se hayan hundido en la mediocridad), y esto es aun más cierto para las camaradas de Yan’an. Por eso trato de mirar con la mayor indulgencia posible las faltas de las mujeres. Y tengo aun más esperanzas en que los hombres, y especialmente los hombres en posiciones altas, así como las mujeres mismas, miren las faltas de estas mujeres en el contexto de la sociedad. Menos discusiones vanas, más discusión de problemas concretos, de manera que la teoría no quede desconectada de la praxis, y en lo que hace a la moral de cada miembro del partido, que cada uno se haga responsable de sí mismo.
Sin embarbo, también debemos esperar más de nuestras camaradas, especialmente de las camaradas de Yan’an. Y alentarnos unas a otras, alentándonos en nuestra camaradería.
Una persona débil nunca ha estado en condiciones de conquistar el mundo. Por lo cual si las mujeres quieren conquistar la igualdad, deben primero fortalecerse a sí mismas. Creo que todo el mundo sabe de qué hablo. Sin duda habrá alguien hoy que dé algún discurso sobre la necesidad de “conquistar primero nuestros derechos políticos”. Yo sólo digo, desde mi lugar en la trinchera (la del comunismo, la de la guerra de resistencia, la de las mujeres), algunas cosas a las que debemos prestar atención en el día a día:
1. Hay que evitar enfermarse. La vida desordenada puede parecer romántica, poética, agradable, pero no se ajusta al ambiente actual. Nadie puede apreciar tu vida mejor que tú misma. Hoy no hay nada más desafortunado que perder la salud. Es lo más precioso que tienes. Atiéndela, cuídala.
2. Mantente alegre. Sólo en la alegría hay juventud, vitalidad, plenitud. Sólo la alegría te permitirá enfrentar toda adversidad. Sólo así tendrás futuro y goce. Esa alegría no implica una vida de satisfacciones, sino la lucha y el movimiento de la vida. Por lo cual debes hacer todos los días algún trabajo que tenga sentido, leer algún libro, darle algo a otra persona. La disipación y el ocio generan vacío, cansancio y depresión.
3. Usa la cabeza. Lo más importante es cultivar esta costumbre. Dejarse llevar por la corriente sin reflexionar es un defecto que debes corregir. Antes de hablar o actuar, lo mejor es pensar si lo que dices está bien y si estás actuando de la manera correcta. Pensar si traicionas tus propios principios y si puedes hacerte cargo. Sólo de esa forma después no te arrepentirás. Esto es lo que significa razonar. Sólo de esta forma evitarás las trampas, no serás engañada por palabras lisonjeras, no te seducirá una pequeña ventaja, no derrocharás entusiasmo y energía y te evitarás problemas.
4. Tienes que tener la determinación absoluta de soportar la adversidad. Las mujeres modernas y conscientes deben estar resueltas a resignar todas las ilusiones rosadas. La felicidad es la lucha en medio de la tormenta, y no tocar el qin a la luz de la luna o recitar poemas entre las flores. Si no tienes una verdadera determinación, te quedarás a mitad de camino. Serás desgraciada o te degradarás. Y esa fuerza para seguir adelante debe cultivarse a través de la constancia. Es difícil que las personas sin un sentido de misión tengan esta perseverancia que impide caer en el facilismo y en la comodidad.

Post scriptum: después de escribir el texto, lo releo una vez más y siento que hay muchas más cosas para decir en relación con lo que debemos esperar de las mujeres. Sin embargo, debo entregar el borrador en breve y no tengo tiempo para corregirlo. Siento además que ciertas palabras, dichas por un jefe en medio de una asamblea, serían quizás recibidas con agrado, y en cambio escritas por una mujer tienen muchas chances de ser ignoradas. Pero puesto que ya lo escribí, más vale dejarlo para beneficio de aquellos que tienen pensamientos afines.

8 de marzo de 1942, al alba.

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Xiao Hong. Pequeña autobiografía

xiao hong

 

Nací en 1911, en un pueblo del interior, en el seno de una familia de pequeños terratenientes. Esa ciudad está en lo que debe ser el punto más septentrional y más oriental del país –en la provincia de Heilongjiang–, por lo que en un año hay al menos cuatro meses de nieve.
La avaricia a menudo transformaba a mi padre en un ser inhumano. Trataba a los criados, a sus hijos e hijas, e incluso a mi abuelo, su padre, con una misma sequedad y distancia, casi con crueldad.
Una vez, por una cuestión de dinero de un alquiler, le confiscó los caballos y el carro a un inquilino. La familia lloraba y protestaba, arrodillada delante de mi abuelo, de manera que este terminó por desenganchar del carro dos caballos marrones, y devolvérselos.
Por estos caballos, mi padre estuvo riñendo toda la noche con mi abuelo. “Dos caballos: para nosotros no es nada, pero para esta gente pobre es cuestión de vida o muerte.” Así decía mi abuelo, pero mi padre seguía discutiendo.
Cuando tuve nueve años, se murió mi madre. Mi padre se volvió peor que antes: si a alguien se le ocurría romper un vaso, se ponía a gritar a un punto tal que todo el mundo temblaba. Luego hasta sus ojos se fueron torciendo, y cada vez que pasaba delante de él yo sentía como si me pincharan unas agujas. Me miraba de reojo y su mirada, altanera, bajaba desde la nariz hasta la boca, resbalando desde las comisuras de los labios.
Así que cada atardecer, en medio de las grandes nevadas, yo me quedaba frente a la salamandra, al lado de mi abuelo, escuchándolo leer poemas, mirando los labios ligeramente rojos de mi abuelo mientras leía esos poemas.
Cuando mi padre me golpeaba, yo me quedaba en el cuarto de mi abuelo, mirando por la ventana, desde el atardecer hasta la noche– los copos de nieve, como algodón, flotaban afuera; y la tapa de la pava, sobre la salamandra, vibraba como un instrumento musical, acompañando.
Mi abuelo apoyaba una y otra vez sus manos llenas de arrugas sobre mis hombros, y luego sobre mi cabeza, y en mis oídos sonaban estas palabras:
“¡Crecé, crecé rápido! Una vez que seas grande todo estará bien.”
Cuando tuve veinte años me escapé de la casa de mi padre. Y hasta el día de hoy he vivido en un incesante vagabundeo.
Crecer, he crecido, pero no puedo decir que “todo esté bien”.
Gracias a mi abuelo, sin embargo, yo supe entonces que, aparte de la crueldad y del odio, en la vida existían también la calidez y el amor.
Recordando esa calidez y ese amor, llevo en mi interior una búsqueda y un anhelo incansables.

Xiao Hong

 

 

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El verano todavía está lejos

El verano todavía está lejos

Uno tras otro pasan los días,
algo se te acerca en la oscuridad
Sentate, caminá un poco,
mirá las hojas caer,
la llovizna caer,
una persona pasa por la calle,
el verano todavía está lejos

Tan rápido eh, nace y se esfuma,
todo lo bueno llega en las noches de octubre,
demasiado hermoso, desapercibido,
una calma igual a la de tus zapatos
limpios, al borde de la cama
el pasado es remoto, cálido, gentil,
como una vieja caja,
como una carta amarillenta en un libro,
y el verano todavía está lejos

Un encuentro casual, tal vez olvidado,
afuera hace un poco de frío
mi mano izquierda cansada
tiende en secreto hacia la izquierda
Esa tonta idea fija
lejana pero penetrante
el verano todavía está lejos

Nunca más, perder por nada la paciencia,
nunca más enamorarse por nada,
retomar las viejas manías
año tras año deprimirse
Casita de bambú, camisa blanca
¿no estás en la flor de tu vida?
Una rara determinación
El verano todavía está lejos

Bai Hua. 1984

夏天还很远 柏桦

一日逝去又一日
某种东西暗中接近你
坐一坐,走一走
看树叶落了
看小雨下了
看一个人沿街而过
夏天还很远

真快呀,一出生就消失
所有的善在十月的夜晚进来
太美,全不察觉
巨大的宁静如你干净的布鞋
在床边,往事依稀、温婉
如一只旧盒子
一只褪色的书签
夏天还很远

偶然遇见,可能想不起
外面有一点冷
左手也疲倦
暗地里一直往左边
偏僻又深入
那唯一痴痴的挂念
夏天还很远

再不了,动辄发脾气,动辄热爱
拾起从前的坏习惯
灰心年复一年
小竹楼、白衬衫
你是不是正当年?
难得下一次决心
夏天还很远

 

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Ciencia ficción maoísta

“A los héroes de la tercera guerra mundial” es una poema anónimo de 240 versos, escrito por un guardia rojo al comienzo de la revolución cultural. Para el otoño de 1969, el poema, que al parecer había sido escrito en Pekín, ya era conocido a lo largo y a lo ancho del país y recitado de memoria por miles de guardias rojos, que lo iban copiando y recopiando a mano. Como toda la poesía de la época, es un poema político. Por su argumento, sin embargo, se podría definir también como ciencia ficción maoísta. El poema está ambientado en un futuro indefinido, luego de una tercera guerra mundial que ha tenido como objeto la conquista del planeta por parte del comunismo (chino). El narrador, al comenzar el poema, se encuentra frente a la tumba de su compañero de armas, caído en la última batalla contra el imperialismo, a las puertas de Washington, donde ha sido enterrado. Parado frente a la tumba de su amigo, recuerda el avance imparable de los ejércitos chinos a través del planeta.

 

“A los héroes de la tercera guerra mundial”

(…)

Bebimos a orillas del Don,
surcamos los llanos de Ucrania,
cruzamos los montes Urales
Encendimos de vuelta
la estrella roja del Kremlin
y siguiendo las huellas de la comuna
fuimos por las calles de París
cantando la internacional
Frenamos nuestros caballos
en cada ciudad, en cada pueblo,
en cada aldea, cada puerto de Europa
Y en Jersulem, detrás del muro
de los lamentos, nos resguardamos
de las balas de los cristianos.
Y clavamos la bandera roja
en la costa del canal de Suez
Los lagos luminosos de Suiza
La torre inclinada de Pisa
Los atardeceres de Yemen
Los templos de Phnom Penh
Los cerezos del monte Fuji
El tabaco de la Habana
El vino rojo de España
Los ríos claros de África
Nada, ay, nada de esto
pudo detenernos nunca
porque marchábamos
con el fusil en la mano
y el deber en el corazón

(…)

我们曾饮马顿河畔
跨过乌克兰草原
翻过乌拉尔的峰巅
将克里姆林宫的红星
再次点燃
我们曾沿着公社的足迹
穿过巴黎的街巷
踏着国际歌的鼓点
驰逞在欧罗巴的
每一个城镇 乡村 港湾
我们曾利用过耶路撒冷的哭墙,
把基督徒恶毒的子弹阻挡。
将红旗插在苏伊士河畔
瑞士的湖光
比萨的塔尖
也门的晚霞
金边的佛殿
富士山的樱花
哈瓦那的烤烟
西班牙的红酒
黑非洲的清泉
这一切啊
都不曾使我们留念
因为我们有钢枪在手,重任在肩

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La mulita (Hu Xudong)

 

Al ver la fecha en la pantalla hoy de golpe
me acordé de un día hace un año en Paraty
en la costa de Latinoamérica. Un pequeño pueblo,
levantado merced al oro del siglo XVII,
con todo el mar a su disposición, y toda la miseria portuguesa.
A la noche, llenos de nubes e islas nuestros cuerpos,
volvimos a la orilla y paseamos por las calles
parando cada tanto a suspirar frente a una reliquia.
Faroles rojos alumbraban un rincón escondido,
por donde entraban y salían mujeres incitantes,
de carnes flácidas, y hombres atildados.
El barrio rojo-pensamos, con alegría súbita.
Pero al entrar descubrimos que se trataba
del distrito de arte local, donde intelectuales
de los alrededores, con sus intelectáculos,
acudían para conmemorar la historia sangrienta
de los indios de la costa sureste de Brasil.
Había indios decorando las paredes; indios,
en escena, convertidos en trabalenguas académicos,
y en el salón principal, en nombre de los indios,
la madera y el fuego cerraban su extraña alianza.
No parecía haber ahí a la vista un solo indio vivo.
Hasta que, al salir, en la esquina a metros de la puerta,
en la oscuridad, vimos unos indios vendiendo artesanías:
toscas figuras de madera, toscos tejidos y plumas.
Ofrecían en silencio sus productos, a la intemperie,
creciendo como un callo en la garganta de la noche,
capaces de pronunciar apenas, en un portugués
áspero y doloroso, como un callo partido,
unos pocos números. La alerta en sus ojos
empalmaba directo con una antigua trinchera
del 1500, y desde ese otro lado, con cuidado,
trajimos una mulita de madera. Ah, la mulita.
Este animal dócil, del orden de los xenarthra,
con su cuerpo todo cubierto por una armadura,
se afincó en la selva, igual que sus antepasados,
en busca de seguridad. Ah, Paraty. Los sabihondos,
con un tono doliente, me acababan de enseñar
que los indios de aquí, antaño un orden magnífico,
con su tupí-guaraní fluido, habían sido aniquilados.
A esta descendencia, muda e invisible,
como un pequeño callo en la garganta de la noche,
no estaban dispuestos a considerarla.

2005/8/18

犰狳

 

猛地看见电脑上的日期,想起
一年前的今天,在南美的海滩巴拉奇。
那是一个被十七世纪的金子淘出来的小镇,
坐拥吞天海景和葡萄牙的凋敝。
入夜,我们携一身憨猛的云和岛屿
回到岸上,见街就逛,见古就唏嘘。
有花花红灯闪出一个诡秘的去处,往来者
皆是气质男和肉意阑珊的随便女。
我们骤然欢喜,误以为来到了
本地的风化区,进去之后才发现
此处乃是文艺天地,方圆百里的知识分子
携带成群的知识粉子,在此郑重地追忆
巴西东南沿海印第安人的血泪履历。
墙上是被装裱成艺术品的印第安人,
台前有被演说成学术绕口令的印第安人,
大厅里陌生的干柴和烈火以印第安人的名义
迅速地组合在一起。我们在那里
没有看见一个活着的印第安人,直到
走出门去,在几十米之外的街角
与几个卖手工艺品的印第安人在黑暗中相遇。
他们露宿在街头,出售做工笨拙的
木雕、草编和饰羽。他们不叫卖,
像茧皮一样硬生生地长在黑夜的喉咙里,就连
不得以说出的几个关于价格的葡萄牙语数词,
也像龟裂的茧皮一样,生疼、粗砺。
他们眼神里的警惕连成一道五百年前的防线,
从防线那一边,我们小心翼翼地买来
一只木雕的犰狳。嗯,犰狳。
性格温顺的贫齿目动物,浑身披甲,
像他们的祖先,在丛林里逐安全感而居。
嗯,巴拉奇。我刚刚被精英们沉痛地普及:
此地的印第安人原本盛大而有序,说灵巧的
图比-瓜拉尼语,后来被捕杀无遗。
精英们不愿提及那些黑夜的喉结上
一小片茧皮一样喑哑的,不可见的后裔。

 

 

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Lo que la dinastía Tang no tenía

 

Hagamos un recuento de las cosas que los Tang no tenían, dejando aparte los productos de la modernidad: la dinastía Tang no tenía esto, hmm, no tenía aquello, hmm, ¡la dinastía Tang no tenía pensadores! La dinastía Tang tenía emperadores tenía mujeres bellas palacios ejércitos funcionarios; tenía astrólogos tenía lunas nubes poetas cantores bailarinas, tenía borrachines tenía prostitutas guerras perros salvajes tenía campos baldíos nieves eternas; tenía pobres, analfabetos, exámenes nacionales, nepotismo… Pero no tenía pensadores. ¿Qué tal? Sin pensadores, la dinastía Tang era puro lujo espléndido; sin pensadores, todo el mundo se ahorraba dolores de cabeza, comenzando por el emperador mismo. El juego era todo. Jugando, los Tang llegaron a su apogeo; jugando, los poetas se convertían en grandes poetas (recién a partir de la mitad de la dinastía los poetas empezaron a fruncir el ceño). La dinastía Tang produjo demasiados poetas, como si no hubiera habido ninguno anteriormente. Tampoco es que la gente pensara que los poetas podían reemplazar a los pensadores, pero lo cierto es que en toda la dinastía no surgió un solo pensador. A ustedes, que sueñan con regresar a la época de los Tang, les advierto, es necesario que se preparen mentalmente: cuestión de elegir entre una segunda dinastía Tang sin pensadores, u otra cosa que no tenga nada que ver con la dinastía Tang.
(….)

Xi Chuan

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La hora azul

Uno tiene ganas de decirlo, por más que sea una obviedad: que los días se vuelven de golpe cada vez más largos por esta época. No sólo los días, también los atardeceres: la oscuridad, que haste hace unas semanas caía en cuestión de minutos, sin interludio entre el día y la noche, ahora se toma su tiempo y hay una franja de dos horas en la que el cielo se convierte en todo un espectáculo. Y además, está la hora azul. Más precisamente “la hora azul de las 18:50,” como me dijo una amiga con la que comentábamos el tema hace unos días. Dije que sí, automáticaente, sí, “la hora azul”, convencido de que hablábamos de la misma cosa, pero me quedé pensando y un momento después le pedí una precisión: ¿se refería al color del cielo o al color del aire? Del aire, me dijo. Es el aire mismo el que se pone de color azul. Luego hablamos acerca de cómo, según ella, los hombres distinguen menos colores que las mujeres, y para probármelo me preguntó ahí mismo de qué color eran las butacas del aula. Erré en los primeros dos intentos, pero a pesar de todo creo que salí bastante bien parado. Me quedé pensando, sin embargo, al día siguiente, en el tema del color, y me pregunté qué hubiera pensado Goethe.Sobre ambas cosas en realidad: sobre la hora azul y sobre la supuesta ventaja de las mujeres en la percepción de los colores. Goethe, que afectaba por lo general una gran modestia cuando se trataba de hablar de su literatura, pero que era muy poco tolerante cuando lo que estaba en juego era su Teoría del color. Seguramente porque, como señala su amigo Eckermann, a diferencia de su obra literaria, su teoría de los colores no había parado de recibir críticas desde el momento mismo de su publicación. De hecho cuando Goethe, en uno de los paseos que comparten los dos amigos en la década del 20, le propone a Eckermann que realice una especie de compendio de la Teoría de los colores (probablemente con el objeto de relanzarla), Eckermann responde de manera ambigua, ya que él también encuentra muchas falencias en la obra. Sólo días más tarde, cuando Goethe insiste con la idea del compendio, Eckermann le confiesa a regañadientes lo que piensa, a pesar del miedo de malquistarse. La respuesta, esperable, es un regaño violento y una acusación de hereje. Una de los puntos que Eckermann le señala a Goethe ese día es justamente el del color azul, y más concretamente el fenómeno de las sombras azules sobre la nieve, que Goethe explica como un color generado por el ojo mismo. Eckerman, sin embargo, observa: “Miré hace unos días, desde la ventana de mi departamento, la amplia sombra que se proyecta sobre la nieve del jardín, mientras el cielo estaba bastante azul y el sol brillaba, y me sorprendió descubrir que toda la superficie estaba enteramente azul. La sombra azul, por lo tanto, no podía tener nada de subjetivo.” ¿Y en cuanto a la hora azul de la que hablaba mi amiga? ¿Sería objetiva o subjetiva? ¿La verían algunos y otros no? Seguí pensando en el tema los días siguientes; por una cosa u otra, a la hora en que debía observarse el fenómeno, estaba siempre entre paredes. Al tercer día finalmente logré desocuparme antes y salí a caminar en dirección a un negocio, mucho antes de las 18:50. La referencia de la hora, por otro lado, no era del todo confiable, porque la frontera se corre rápido en estos días, y las 18:50 de entonces podían ser ya las 19:00 de ahora. Caminé y caminé, muy atento a la cuestión del color, vi cómo las luces se encendían, la gente empezaba a meterse en las bocas de subte para volver a su casa, otros en las terrazas a tomar algo, el cielo se ponía pálido, pálido amarillo, y después azul, azul petróleo y después casi negro, pero en cuanto al aire mismo, al color del aire, por más buena intención que puse, no vi ningún azul. Bajé las escaleras del centro, varias escaleras, y me olvidé del tema. Hasta que, de golpe, mientras buscaba el repuesto que necesitaba, miré la pantalla del celular y vi que tenía un mensaje: “Ahora es la hora azul”, decía. Era un mensaje de hacía cinco minutos, y cuando volví a salir a la superficie ya era de noche.

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Mi padre

Mi padre

Era 1962 y no sabía qué hacer.
Joven todavía, idealista y de izquierda,
pero etiquetado como reaccionario.
En Xinjiang la panza se le hinchó por el hambre
y escapó de regreso a su hogar en Changsha.
Su abuela le cocinó sopa de cerdo y zanahoria,
con unos dátiles rojos flotando en el caldo.
Dentro de su cuarto prendió una varita,
y observó en el humo un desconcierto ascendente.
Se encontraba perdido de verdad ese día.
Salió a dar un paseo, pero no pudo pensar.

Se echaba a reír mirando fijo cosas invisibles.
Su abuela le dio un cigarrillo, y él fumó por primera vez.
Dijo: la palabra “absurdo” se deshace en los anillos de humo.
Al mediodía tuvo ganas de ir a sentarse a una isla,
a tocar la flauta.
Empezó a andar hacia allá pero en el medio cambió de idea,
y mientras bordeaba el mismo camino de golpe
pensó que siempre había dos yo dentro de él,
uno que iba para un lado,
y otro que iba para el otro,
uno que cantaba sentado sobre la belleza,
y otro que marchaba por la ruta de Mayo
en el centro de una verdad inextinguible.

Pensó, ahora está todo bien. Como sea, está todo bien.
Se detuvo. Se dio vuelta. Empezó a caminar hacia la isla.
Con este giro, conmovió una campana en el horizonte.
Con este giro, perturbó todos los ritmos del mundo.
Con este giro, el camino se volvió maravilloso,

y mi padre se convirtió en mi padre.

Zhang Zao
1962年,他不知道该怎么办。他,
还年轻,很理想,也蛮左的,却戴着
右派的帽子。他在新疆饿得虚胖,
逃回到长沙老家。他祖母给他炖了一锅
猪肚萝卜汤,里边还漂着几粒红枣儿。
室内烧了香,香里有个向上的迷惘。
这一天,他真的是一筹莫展。
他想出门遛个弯儿,又不大想。
他盯着看不见的东西,哈哈大笑起来。
他祖母递给他一支烟,他抽了,第一次。
他说,烟圈弥散着“咄咄怪事”这几个字。
中午,他想去湘江边的橘子洲头坐一坐,
去练练笛子。
他走着走着又不想去了,
他沿着来路往回走,他突然觉得
总有两个自己,
一个顺着走,
一个反着走,
一个坐到一匹锦绣上吹歌,
而这一个,走在五一路,走在不可泯灭的
真实里。
他想,现在好了,怎么都行啊。
他停下。他转身。他又朝橘子洲头的方向走去。
他这一转身,惊动了天边的一只闹钟。
他这一转身,搞乱了人间所有的节奏。
他这一转身,一路奇妙,也
变成了我的父亲。

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Pekín

Pekin

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Tren militar

ai-qing

Se acerca el tren con un rechinar de hierros,
la locomotora negra lanza humo y detrás suyo,
una otras otra, pasan las carrocerías metálicas,
caras con gorros grises asomándose de cada vagón.
Los caballos marrones permanecen tranquilos,
como mujeres, con su pelaje ya sin lustre,
y a través de los agujeros que las balas
han hecho en el metal de la carrocería
pueden verse las melenas que caen
y los huesos salientes de las costillas.
Un soldado a su lado fuma y observa
a lo lejos los montículos de tierra y unas chozas.
Sostiene el cigarrillo de manera rara, con los cinco dedos,
y el papel le da a su cara un tono aun más oscuro.
Levanta un atado de pasto, los caballos tienen hambre.
No llega la hora de partir, y ese soldado viejo
saca de un bolsillito de su uniforme raído
un moneda de cinco centavos para comprar
una torta, que mordisquea en silencio,
fijos los ojos en una canasta llena de huevos.
A causa de la mugre en los uniformes
el número de la unidad resulta ilegible;
en los rostros cobrizos, cubiertos por los gorros,
hay como una franja espesa de sombra.
El cielo, sin sol a la vista, es de un gris sin falla,
y sobre la larga fila de vagones oscuros,
hasta donde alcanzan los ojos, se descubre
una línea ascendente y descendente de colinas
en nada diferente a las que hay por todo el país,
una extensión hermosa y todavía sin roturar,
alturas de tierra roja, amarilla, marrón y ocre.
El motor respira pesadamente, con el tren detenido,
mientras las personas caminan despacio a un costado,
y los caballos sólo levantan las orejas,
de golpe, cuando la máquina lanza humo.
El lugar está lleno de ruidos,
pero es como si reinara un silencio temible,
todo alrededor una gran llanura reseca,
a pesar de que ya es primavera en el mundo.

1940

Ai Qing

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